Aunque hay algunos excelentes libros de fotografía que nos llevan de los ojos a ver cómo era nuestro querido, añorado, nostálgico, tranquilo mucho tiempo y ahora “muy peligroso” Distrito Federal, nada como el cine mexicano, que rescata en movimiento -la mayoría en glorioso blanco y negro- cómo ha sido paulatinamente el cambio de fisonomía de la gran ciudad desde los años 20 al presente.
Sólo a través de algunas películas mexicanas, con un poco más impacto emocional que la fotografía, podemos ver y recordar lugares que se han ido, calles y avenidas que se han transformado; colonias y barrios que se negaron a morir, y que fueron captados como eran, en las muchas y variadas historias de nuestro cine, antes de desaparecer o cambiar.
Ayer estaba eso, hoy ya no. ¿Cuándo cambió? Hoy, gracias a la tecnología digital, lo más fácil es filmar, por eso hay que agradecer los muchos testimonios actuales del “cómo era”, “que había”, “cómo estaba” y “que hay hoy” y no solamente en el aspecto del cambio urbano, sino en el de lo cultural y lo social. Para los que amamos la vieja ciudad de México ya tan distante, pero a tiro de nostalgia digital en DVD, cada viaje cinematográfico es un grato recuerdo e invitación a la taquicardia.
En diciembre de 1919 se estrenaba en más de veinte salas El Automóvil Gris, de Enrique Rosas, con las andanzas de la famosa banda que, en 1915, robaba y secuestraba usando un coche gris en la ciudad, al amparo de uniformes militares y falsas órdenes de cateo.
Las imágenes que vemos recreadas en las colonias y los lugares reales de los atracos, son asombrosas. Pero más cuando uno de los asaltantes es llevado a la jefatura de policía, que estaba en lo que hoy es Reforma y Bucareli, donde se encuentra un Bancomer y, en el segundo piso, la redacción de EL UNIVERSAL GRÁFICO.
También, en Las Abandonadas, del “Indio” Fernández, con una historia alternativa de la temible banda “del automóvil gris”, se observa otra ciudad de México, tal vez más glamorosa llevando como bonus pietaje regio de la legendaria escuela primaria Benito Juárez, de la colonia Roma.
En camión, de fines de los 40
En 1948 el chofer de camión ruta Zócalo Xochicalco y anexas, Gregorio del Prado (David Silva) y su cobrador “Regalito” (“Mantequilla”), nos llevan a un viaje de Esquina bajan…! por el primer cuadro y algunas colonias aledañas, que continúa en su secuela Hay lugar para… dos. Un año antes, Nosotros los Pobres, la película más taquillera del cine mexicano, nos mostraba un poco del arrabal del DF con visita guiada del “Torito”, Pedro Infante, en carcacha y coche ajeno que se continuaba en Ustedes los Ricos y luego Pepe El Toro. El tour por el DF incluía la barriada recreada, parte real de la ciudad, un sitio de rompe y rasga y pase al famoso Palacio Negro de Lecumberri.
El momento estelar es cuando Pedro Infante está a punto de caer de un alto edificio (el de la hoy extinta Luz y Fuerza) en avenida Juárez, pisoteado por el Ledo y su secuaz, quienes son los que finalmente, y por no pisar bien, se estrellan en el pavimento.
Recorrido en tranvía
En 1953, Luis Buñuel, pone al mando de 133, un tranvía a punto del retiro, al “Caireles” y al “Tarrajas”, para que nos den el mejor recorrido de la época en La Ilusión Viaja en Tranvía, con paradas en el Centro, Indianilla, El Rastro viejo, Coyoacán, Xochimilco, la Del Valle, calzada de Tlalpan y anexas. La ciudad que vemos no solo es increíble, sino maravillosa, tranquila y diferente; anterior al metro, la delincuencia y el crimen organizado.
Antes, en Ustedes los Ricos, de Ismael Rodríguez (1948), Ledo y sus secuaces persiguen al “Camellito” porque ha descubierto su plan para matar a Pepe “El Toro”. Lo alcanzan y lo arrojan al paso de un tranvía que le parte limpia y secamente los pies. “No siento mis pies”, murmura el pobre hombre a punto del desmayo, mientras que “Mantequilla” le dice algo así como: “no te preocupes ‘manito’, es que el tren te los cortó”.
Barrios queridos… y temidos
Tacubaya, Nonolaco, La Romita y otros barrios marginales forman parte de la escenografía urbana real de Los Olvidados, de Buñuel. Un filme considerado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, que documentó en 1950 los bajos fondos de la gran urbe, con un drama de pobreza que, en su momento, fue duramente atacado aquí, hasta que triunfó en Europa.
Para saber cómo eran hace más de 20 años el barrio de la Merced, que dio cobijo a leyendas pre-narco como la de “Lola La Chata”; Tepito, la feria mundial de la piratería y la colonia Morelos, donde estuvo (hasta el terremoto del 85) la famosa vecindad La Casa Blanca, donde Oscar Lewis escribió Los Hijos de Sánchez, que luego dio lugar a la película protagonizada por Anthony Quinn, hay que ver, el fantástico documental Primer Cuadro, de Oscar Menéndez.
Este documentalista también ofrece visitas fílmicas guiadas a la penitenciaria de Lecumberri (Historia de un Documento), hoy Archivo General de la Nación. Voces de la Guerrero, un documental de Adrian Arce, habla de una colonia todavía algo temible, lo mismo que 1973, de Antonio Isordia, que muestra una cruel radiografía de otra ciudad de México, poco conocida.
“El Barrio Bravo” siempre se ha cosido aparte en el cine mexicano, sin embargo, Gabriel Retes lo retrató en su caldo, en 1976 (antes de la avalancha de puestos piratas con sus todavía laberínticas vecindades) en la película Chín Chín El Teporocho, basada en la novela del cronista de Tepito, Armando Ramírez. “Tepis” también ha sido escenario de otras películas como Don de Dios y, recientemente, objeto de un documental hispano, Narco-México, que llega hasta la Santa Muerte.
La Lagunilla, prima del suburbio, también ha tenido sus identidades fílmicas en varias películas como Lagunilla mi Barrio, anteriores a la famosa, El Mil Usos (y secuelas) más la legendaria Mecánica Nacional. El Centro de la ciudad, el Zócalo y sus calles aledañas, casi siempre han estado presentes en innumerables películas mexicanas aunque, tal vez una de las más cotizadas (y aún a la espera del DVD) sea Mentiras Piadosas, un drama de Arturo Ripstein (1987) que rescata en imágenes edificios antiguos y vecindades antes de que entrara la piqueta del remozamiento del primer cuadro.
Muy cerca de ahí, en la calle de Perú número 77, se alza la monumental Arena Coliseo, escenario de memorables combates de lucha libre que, cinematográficamente, se da las tres caídas de rigor con La México, donde casi todo el cine de luchadores fue filmado. Si uno mira con atención, puede ver los cambios que han sufrido ambos espacios ciclópeos dedicados al pancracio y calles circunvecinas en filmes como Huracán Ramírez, Los Tigres del Ring, El Ladrón de Cadáveres… y todas la de El Santo.
El DF de los antros, es puntualmente retratado (aunque a medias) en la película de Alejandro Galindo, México nunca duerme, de 1958. Otras apariciones de sitios de culto de rompe y rasga y espera del cliente, como Las Vizcaínas en Trotacalles, de Matilde Landeta (1950), están en Confidencias de un Ruletero, de Alejandro Galindo (1949) y Baile Mi Rey, de Roberto Rodríguez (1951).
El corazón palpitante de estos cabaretuchos y salones de baile retratados con mayor rigor se pueden observar en la legendaria Salón México, del “Indio” Fernández, la mejor en su género y Los Caifanes (que documenta como el verdadero Siglo XX, de San Juan de Letrán), más Tivoli, de Alberto Isaac (demolido a la mala por el “Regente de Hierro”, Uruchurtu para que, literalmente, lo atravesara el Paseo de la Reforma); porque los antros de las películas de ficheras, son de verdadera “ciencia ficción” y fricción.
Hay que destacar, tanto La Canción del Pulque (2003) como Los Ladrones Viejos: Las Leyendas del Artegio (2007), ambos documentales de Everardo González que rescatan el DF a través del neutle en famosa pulcata de la Escandón y sus más emblemáticos ladrones, de los que robaron hasta a los mismísimos presidentes Echeverría y López Portillo.
El puente más cinematográfico: Nonoalco-Tlatelolco
Nunca un puente ha sido más reverenciado en el cine mexicano que el de Nonoalco, antes de que Mario Pani diseñara el conjunto habitacional de Tlatelolco, en lo que antes era uno de los más terribles arrabales y cinturones de miseria. Cerca de sus estructuras se filmaron escenas de Los Olvidados (1950) y Vagabunda, de Miguel Morayta, filmada ese mismo año, rescata imponentes imágenes de su arrabal y el paso de los trenes bajo el puente. Sin embargo, Víctimas del Pecado (1950), de Emilio Fernández, es la que mejor lo retrata, lo mismo que el cabaret de barriada La Máquina Loca, donde se filmaron muchas de sus secuencias y con un duelo antológico a balazos, sobre las vías del ferrocarril entre Tito Junco y el villanazo de Rodolfo Acosta.
Algunos documentales del Docufest también lo rescatan. Antes de que le pusieran un puente ¡sobre el puente! se rodó en 1956, el drama existencial Del Brazo y por la Calle, de Juan Bustillo Oro y, su más reciente aparición, en un viaje con muerto en silla de ruedas, se debe a la película El Mago, de Jaime Aparicio (2004).
Antes del terremoto del 85
Aunque los multifamiliares Alemán y Juárez, ambos del arquitecto Mario Pani, eran símbolo de la modernidad y acomodo, el más cinematográfico, luego de que el primero apareciera fugazmente en La Ilusión Viaja en Tranvía y con más contexto en La Bienamada, del “Indio” Fernández, antes de su última aparición, en la era del color, en Todo el Poder, el que más nostalgia y revuelo sigue teniendo es el Juárez, con La Sombra Vengadora Contra la Mano Negra, de Rafael Baledón (1954) y El Hombre de Papel, del mítico Ismael Rodríguez.
Las grandes avenidas de la ciudad también tienen su historia fílmica. Por ejemplo, la Avenida de los Insurgentes, la más larga del mundo, es recorrida en su tramo medio, digamos del todavía vigente Woolworth y lo que fue la juguetería Ara, atravesando lo que hoy es la glorieta de Insurgentes, era recorrida de noche en carro con sirena abierta en Las Aventuras de Carlos Lacroix (1959), por Ramón Gay. En el sur, cerca de CU, hay tomas de estudiantes en carcacha recorriéndola en Viva la Juventud (1956) y también mostrando cómo era en ese entonces Ciudad Universitaria. El paseo de la Reforma, a la altura del Cine Diana, se ve en Cadena Perpetua (1978), de Ripstein.
Miscelánea citadina
La ciudad de México también ha tenido otros rostros que, en mayor o menor medida en cuanto a imágenes, nos remiten a la nostalgia de cómo eran determinadas rutas o recorrido con mayor o menor peligrosidad; o lugares míticos, geniales, de horror citadino o reclusorio obligado, y el cine es, al margen de algunas fotos, el que puede recordárnoslo con mayor vivencia como la matanza del 2 de octubre (Tlatelolco, las claves de la masacre) o el artero ataque de Los Halcones el 10 de junio del 71, documentado por la ABC.