14 de enero de 2010
El Sol de México
Ciudad de México.- A paso lento se recorre la Alameda de la Ciudad de México, esa de callejuelas conformadas por un rompecabezas en la mente del pequeño que, tomado de la mano de su padre, observa el empedrado bajo sus pies.
Las personas andan por los caminos que dan hacia la fuente central, cobijados por la sombra que nace de los abrazos entre los árboles, mientras que el algodonero carga sobre su hombro derecho pedazos de nubes rosas y azules ensartadas en un tarugo. Los niños lo saben, las nubes saben a azúcar. Entre semana la fuente apacible parece aguardar a que lleguen las noches del fin de semana, esas en las que su alrededor es iluminado por una serie hecha de focos de 70 vatios y sea entonces cuando el conjunto versátil cante cumbias, salsas y ritmos norteños a cambio de una módica cooperación "que no afecte la economía" de quien la aporte.
La Alameda tiene vida propia, canta con voz de pájaro, ríe con voz de niño y grita que está viva con ofertas atractivas para los residentes y turistas. Las prendas hechas de lana en colores tierra pintan las extremidades de este centro, así como los artículos plásticos que se venden con forma de juguetes, "los de novedad, para el niño, para la niña".
Muchos cuentos se tejieron y se tejen ahí. En cada espacio se esconden pedazos de historia que sirven o sirvieron de inspiración de algunos, como fue el caso del muralista Diego Rivera, quien gracias a la invitación que el arquitecto Carlos Obregón Santacilia le hizo en 1947, logró la creación de "Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central" en lo que fue el salón-comedor Versalles del hotel del Prado, ubicado en el Centro Histórico de esta ciudad.
Es bien sabido que a consecuencia de los sismos de 1985 la edificación se dañó de manera irreparable, por lo que el mural tuvo que ser rescatado y comenzaron las labores de conservación. Al poco tiempo de su extracción, fue construido el Museo Mural Diego Rivera, bajo la comisión del arquitecto J.L Benllure y ahí fue reubicada la pieza que engalanara el salón Versalles.
Dicho mural trata acerca de un paseo imaginario por la Alameda Central, en donde su espectador puede descubrir los recuerdos de la niñez y juventud del artista escondidos entre el paisaje; al mismo tiempo, encuentra una síntesis de los diversos periodos por los cuales atravesó la historia nacional, representados por personajes que marcaron esa época.
La serie de personajes soñados, imaginarios o reales que aparecen en el mural de Rivera, se presenta dentro de un gran escenario que es enmarcado por árboles frondosos y la arquitectura de la Colonia, el siglo XIX y la época contemporánea de Diego. Este mural es emblemático de la ciudad y como imagen de bienvenida se encuentra en este museo mural, que además de mostrar piezas de esta talla, ofrece otras alternativas artísticas para el deleite de los visitantes.
Dentro de los eventos próximos, el domingo 17 se presentarán los Coros de Arontes en punto de las 14:00 horas; otra fecha marcada es el día 24, a las 16:00 horas, porque Ana Vázquez Lizárraga ofrecerá un concierto de piano y voz; mientras el miércoles 27, cuando el reloj marque las siete de la noche, comenzará el programa de lectura de poesía a voz de sus autores y para quienes gusten del jazz, el domingo 31 tendrán una cita a las cuatro de la tarde.