El Universal
Sábado 15 de mayo de 2010
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Desde 1974, cuando Octavio Paz lo llamó “hombre puente”, Ramón Xirau comenzó a negarse a creerlo. Aún ahora, con 86 años cumplidos y 61 dedicados al magisterio, el filósofo y poeta mexicano de origen catalán esgrime: “Yo no sé si soy un hombre puente, aunque sí tengo relación entre México y España, entre poesía y filosofía, entre arte y música; pero eso no quiere decir que sea hombre puente”.
El autor del clásico y bestseller universitario Introducción a la historia de la filosofía, nacido en Barcelona el 20 de enero de 1924, es un hombre de varias facetas. Su traductor José María Espinasa lo define como “un hombre muy abierto que le gusta discutir, conversar, platicar e intercambiar dudas. Si un escritor le interesa, lo primero que quiere es ir a compartirlo con otros lectores”; su amigo y estudioso de su obra, Adolfo Castañón, lo define como “una persona que sabe leer, releer y escuchar”.
De vocación: Maestro
Ramón Xirau se sabe un hombre querido. Un autor que escribe poesía en su idioma natal, el catalán, “simplemente porque es mi lengua materna, no puedo escribir poesía en otra lengua, no es un compromiso, así aprendí ha hablar”; un pensador que escribe ensayo en castellano y un maestro de numerosas generaciones de estudiantes con quienes ha compartido el aula desde 1949, primero en el Instituto Luis Vives, en el IFAL y en el British College y luego en la UNAM.
“Comencé en el magisterio en parte porque mi padre fue un gran maestro. Yo estudié de niño en Barcelona, luego estuve un año en Francia y llegué de 15 años en México, donde estudié en el Liceo Franco Mexicano y después, cuando murió mi padre, cuando yo tenía 20 años, empecé a dar sus clases porque desde muy joven quise ser maestro”. De su padre, Joaquín Ramón Xirau Palau, y de otros de sus maestros, como José Gaos y Antonio Caso, aprendió a tener buen trato con estudiantes. “Me llevo bien con ellos”, dice. El maestro emérito de la UNAM y profesor de El Colegio de México basa su relación con los alumnos en el respeto entre iguales. “Siempre tenemos una plática agradable. Puedo dialogar con quien sea; me gusta que los estudiantes den su opinión, eso es un tipo de enseñanza socrática”.
En las clases, a Ramón Xirau le gusta compartir, leerle a sus alumnos poemas o leer literatura o filosofía. Ese intercambio nutre su obra. Cada arranque de curso es distinto. “Los primeros días de un nuevo curso hay que estar viendo qué piensan, tantear un poco porque siempre es distinto; ahora voy a dar un nuevo curso sobre la Mística española, nada que ver con el actual, que es sobre el Renacimiento”, dice el filósofo y poeta para quien el magisterio nunca ha resultado agotador. “A mí encanta, me gusta mucho; cada día representa algo nuevo”.
Alumnos de libros y vida
Ni Adolfo Castañón, José María Espinasa o Víctor Manuel Mendiola fueron alumnos de aula del maestro Ramón Xirau; lo que aprendieron de él lo han tomado de sus libros y sobre todo de su generosa amistad. Ahí han conocido su buen trato; por eso lo conciben como un maestro a carta cabal, dentro y fuera de las aulas. Un hombre “esencial tanto en el mundo de la poesía mexicana como en el mundo del pensamiento filosófico de México”; como lo define el poeta y editor Víctor Manuel Mendiola. Lo sabe también su traductor José María Espinasa, quien reconoce su labor como “hombre puente”, tal como lo llamó Octavio Paz al responder al discurso de ingreso de Ramón Xirau a El Colegio Nacional el 26 de febrero de 1974. “Xirau tuvo la ventaja de conocer y ser alumno de una generación tanto de transterrados españoles como de escritores mexicanos que hicieron del magisterio una manera de contactar con el público”.
Espinasa no tiene duda de que Xirau simplemente fue llevando eso a través del tiempo y de los más de 60 años de dedicarse al magisterio. “Desde que estaba en el Instituto Luis Vives y hasta ahora, que es un profesor connotado, destacado y emérito de la Universidad, ha estado en el aula todo el tiempo y creo que sería de esos profesores a los que les gustaría morir dando clases como sucedió con Adorno. Morir en el salón de clases en medio de una sesión”, señala el editor y traductor. Ramón Xirau heredó la vocación de maestro de su padre, quien no era cualquier maestro en la España del siglo XX. “Su padre era afín a la Escuela Libre de Enseñanza fundada por Fernando de los Ríos y Francisco Ginés. Escuela que estaba inspirada en las enseñanzas del filósofo alemán Krause, quien tenía una voluntad de modernización que fue la semilla de la República”, dice el poeta y crítico literario Adolfo Castañón.
Para Castañón, otra gran virtud de Ramón Xirau es su capacidad de leer, releer y escuchar; en eso es singular, pues un profesor normalmente es una persona dogmática o cerrada. “Por el contrario, Ramón Xirau tiene una palabra que es emblemática en él: diálogo”. Esa palabra de origen griego que tiene una repercusión en el ámbito de la religión cristiana, es además el nombre de la revista que dirigió en el Colegio de México. “Ramón ha sido maestro en la cátedra, en los libros y en las revistas y ha sido maestro incluso en el universo social”, señala Adolfo Castañón.
El maestro de las facetas
Todos coinciden en que su presencia entre los alumnos se amalgame a su obra filosófica y poética. Víctor Manuel Mendiola asegura que otra virtud de Xirau es su amabilidad que se aprecia tanto en su obra como filósofo, maestro de filosofía y poeta. “Toda la obra de Ramón Xirau respira un amor profundo por las cosas, por el mundo y por esa razón al acercarnos y leer su poesía, pero también sus ensayos filosóficos, hay una amabilidad. Si uno revisa con cuidado sus textos críticos, siempre están llenos de coloquialismos que nos permiten entender, hacer un guiño, tener una sonrisa frente a problemas que pueden ser muy peliagudos de la filosofía contemporánea”.
Esa amabilidad también tiene que ver con que Xirau, el autor que vive en San Ángel en una casa repleta de libros, es un filósofo católico y libre pensador que sostuvo una mirada religiosa en un momento en que no estaba de moda. “Las líneas predominantes podían ser el marxismo, la psicología o la fenomenología y, sin embargo, él mantuvo contacto con pensadores religiosos y manifestaciones literarias que los filósofos normalmente no toman en cuenta”, afirma Espinasa. El traductor de su libro de poesía Lugares del tiempo, asegura que aunque Ramón Xirau nació en Cataluña, es totalmente mexicano, pues llegó al país a los 15 años y ha vivido aquí más de 70 años. “Es un señor que dialoga con sus contemporáneos, con Carlos Pellicer, con Octavio Paz, con gente de su generación como Tomás Segovia y Arturo Souto, con autores más jóvenes. Aunque escribe su poesía en catalán está inserto en la cultura mexicana que tiene en él un referente sustancial de lo mejor que se ha vivido en las últimas décadas”.
Sin aceptarlo del todo, Ramón Xirau es un “hombre puente”, porque cultiva la poesía y la filosofía; y como autor de libros que tienen un común denominador en parte con la filosofía y en parte con la poesía. Castañón dice que estos dos universos conectados a partir de la inquietud que él tiene acerca del tema religioso, de los santos, de lo sagrado, del estatuto filosófico o literario es lo que se puede llamar la revelación o la iluminación. “Esta combinación ha sido responsable de que además de dar clases, organice seminarios sobre la mística española o el pensamiento de grandes filósofos”.
Si algo más es singular en Xirau es su poesía escrita en catalán, que él casi nunca traduce. En su lugar lo han hecho autores como Espinasa y Andrés Sánchez Robayna, dando a conocer a los lectores hispanohablantes la obra de un poeta irremplazable; un puente entre la gran tradición catalana y el alma hispánica.