El Universal
Domingo 02 de mayo de 2010
ssierra@eluniversal.com.mx
El arte urbano de hoy, a diferencia de lo que pasaba en los años 90, ha perdido su charme (encanto). Lo dice una de las protagonistas de la escena francesa del arte urbano: Vanessa Alice Bensimon, mejor conocida como Miss Van.
Nacida en Toulouse en 1973, esta artista del graffiti es dueña de una obra característica en la que predominan mujeres casi niñas con rasgos sensuales, juguetones e inocentes, que ha dado a conocer como las Poupees. Y aunque la calle no es el lugar donde hoy en día Miss Van produce sus obras, porque ahora trabaja desde el taller en sus pinturas y dibujos, ese espacio sigue siendo un lugar de culto para una mujer que, confiesa, le atrae llamar la atención:
“Lo que me ha gustado de la calle siempre es no estar accesible; la calle es para todos, pero no es para nadie”.
Su obra más reciente es la serie Cachetes colorados , que ahora se exhibe en México en la galería FIFTY24MX de Upper Playground.
De visita en el país para presentar esta muestra, Miss Van, quien reside en Barcelona, aprovechó la ocasión para inspirarse en la cultura mexicana: “Ser artista es tener la mente abierta, como una esponja, receptiva para que las cosas te lleguen. Las personas pueden ver las mismas cosas, pero no retener nada. Hay muchas cosas me gustan aquí, que me van a quedar, que me van a cambiar”.
¿Cuándo decidiste ser artista?
Siempre he dibujado, desde muy pequeña, dibujaba mal, pero dibujaba. Era mi manera de comunicar y expresarme. Los dibujos, los colores, son parte de mi vida; también, los animales y coleccionar cosas. Colecciono cosas antiguas, joyas, lo que sea; cosas que tienen historia.
¿Cómo defines la mujer que dibujas en tus obras?
Creo que todas las mujeres se pueden encontrar en mis dibujos. Hay una parte de mí siempre, como una sensibilidad, más que rastros. El tema de la mujer es un tema universal, es la cosa que conozco mejor. La mujer va cambiando conmigo, va creciendo.
Dibujas a la mujer como un ser de grandes contrastes...
Estamos llenas de contrastes, de contradicciones y ambigüedades. Nada es muy claro. Nada es muy definido. Me gusta jugar con el lado muy femenino y muy sofisticado, y mezclarlo con un lado más animal, salvaje. Me gusta llamar la atención, por eso pinto en la calle. Eso es lo que me queda de la calle: llamar la atención, provocar también.
¿Defines tu obra como arte urbano?
Ya no pinto más en la calle. Lo hice por muchos años, ya no. Casi nada
¿Por qué ya no lo haces?
Porque lo he hecho mucho. Vamos cambiando. Pinto más en mi taller y eso me ha permitido evolucionar técnicamente, tener tiempo para hacer proyectos más grandes como una exposición entera; trabajar sobre temas, desarrollar nuevas técnicas. En la calle no hay nada de tiempo: hay que saber a dónde vas, lo que haces y cuándo lo vas a acabar. Y ya está. No experimentas.
¿Pintar en la clandestinidad te interesa?
Más o menos, pero yo nunca me he escondido tampoco. No pintaba con permisos, pero lo hacía en paredes antiguas, como destruidas, o en paredes de madera, de obras. La calle ha sido una muy buena experiencia para no tener miedo, para encontrar gente, para atreverse y tener así como adrenalina, pintar con presión, tener sorpresas, muchas historias te pueden pasar en la calle. Es mucho menos aburrido.
¿Te interesó que esa obra tuya se conservara?
Se fue. Me hubiera gustado que se quedaran algunas, como históricas, pero es un buen ejercicio dejar cosas en la calle, que todo el mundo pueda intervenir. Es como despegarse un poco de las cosas, y yo soy tan fetichista con todo... que era una manera de despegarme un poco y dejar algo al azar.
¿Cuándo fue la última vez que pintaste en la calle
Hace un año, en mi barrio, en el Raval (Barcelona), que es el barrio popular. Había un terreno vacío con un papel pintado, antiguo, pensé que no me lo podía perder. Prefiero pintar en un lugar que me va a seducir en el momento, más que seguir pintando sólo para que la gente sea feliz. Lo he hecho mucho, pero vamos cambiando y es normal.
¿Qué percibes de lo que hoy se hace en arte urbano?
Me gustan pocas cosas porque ya hace años que todo se ha hecho en el arte urbano y creo que ha perdido el charme, el encanto del principio.
En mi época, en los años 90 y más, era todo nuevo, estábamos investigando algo totalmente nuevo. Ahora somos parte de la historia del graffiti, pero de todo lo que se hace ahora muy pocos son realmente buenos o valen la pena.Estuve en Brasil y me gustaron las escrituras, cosas que se acercan más a la definición del graffiti del principio; aquí me encantan los carteles pintados a mano, que se van con el tiempo. Eso me llama más la atención que las técnicas modernas.
Siempre estás hablando del cambio, ¿es muy importante en tu vida?
Sí porque ya hice algo durante muchísimos años; me pregunté por qué no lo hago más... Estoy buscando las respuestas. Los cambios son buenos para desarrollar otras cosas; no tengo la misma edad de cuando empecé. Creo que es lógico, estoy pintando con espontaneidad pero yendo más allá, con proyectos más conscientes.
¿Cuándo empezó a aparecer en tu obra ese otro personaje, que es el animal?
Creo que desde el principio ha estado presente, pero luego intenté una manera de mezclarlo con la mujer, de no tenerlo al lado. Pienso que tenemos una parte animal también. Me gusta el lado bestial de la mujer mezclado con lo sofisticado. No creo que esté haciendo ilustración y cosas sólo bonitas; no me interesa. Si es bonito y si es comercial, no era mi intención. Sé que tengo siempre el lado oscuro y el lado dulce, creo que soy así.
¿Por qué no hay una presencia masculina en medio de ese universo femenino?
Porque el lado masculino está ilustrado por los animales.
¿En qué características?
A veces débiles, como dominados por las mujeres, aunque puede ser lo contrario también. Para mí esa es la parte masculina.
¿La historia del arte y de las culturas es otro tema que te inspira?
Es más a nivel estético o cultural que me interesa mezclar las culturas o lo hago para alimentarme de culturas diferentes, para renovarme. Estuve en Brasil y luego hice los estandartes que están acá porque vi allí unos estandartes religiosos que me inspiraron como objeto.
¿Qué te atrae de los iconos religiosos?
Me atrae la mirada hacia el cielo, la estabilidad, las composiciones simétricas. Siempre pinto un poco así, como iconos, haciendo focus en la cara, en la mirada, poniendo toda la fuerza en el aura y en el lado exagerado de las expresiones. Para mí el maquillaje es como una manera de acentuar unos sentimientos. Y con expresiones exageradas quería acentuar, ponerlo un poco más ridículo; son expresiones que me gusta intervenir. El maquillaje es como una máscara, es muy femenino, pero puede llegar a lo grotesco. Siempre nos ocultamos, luego enseñamos cosas; a veces queremos esconder pero se nota aun más y por eso es que hay estos maquillajes.
¿Cómo ha sido tu faceta como diseñadora?
Siempre he hecho camisetas y otros derivados de mi arte, pero sin caer en lo comercial. Intento hacer todo de manera artística, con ediciones limitadas. Me permite explorar otros materiales, trabajar telas y otras técnicas. Hago bolsos, joyas de madera y de plata (con la marca Fornarina). Esto me ayuda a salir un poco de la cultura, pero siempre vuelvo a la cultura porque es lo mío y porque quiero guardar un camino más artístico. Intento reducir esto y no ser siempre accesible; siempre lo que me ha gustado de la calle es justamente no estar accesible, la calle es para todos, pero no es para nadie. No se puede robar una pared. No puedo recoger mi dibujo al final, y nadie tampoco lo puede hacer. Es para todos, es para nadie, es lo que me gusta.
¿Qué sigue después de la pintura?
No he pensado. No quiero pensarlo.