27 de julio de 2010

Museo del Prado / restaura ´Adán´ y ´Eva´ de Durero


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08/07/2010

Los restauradores del Museo del Prado han alcanzado la última fase del proceso de rehabilitación al que están sometiendo a dos de las pinturas más valiosas que posee la pinacoteca madrileña. Se trata de ‘Adán’ y ‘Eva’, de Alberto Durero, que volverán a lucir con todo su esplendor a partir de octubre, cuando se expongan de nuevo en el emplazamiento del que fueron retiradas hace dos años.

Los especialistas encargados de este complejo trabajo han tenido que luchar, sobre todo, contra los errores cometidos por quienes restauraron ambas obras durante los últimos 300 años. Las antiguas intervenciones realizadas para que las tablas perdieran su curvatura provocaron daños importantes en la pintura, principalmente el ‘Adán’, cuya madera tiene actualmente 8 milímetros de grosor, frente a los 17 de ‘Eva’. Además, se le habían colocado varios travesaños con tornillos que llegaron a agujerear la superficie pictórica.

Para consolidar la estructura del ‘Adán’ se utilizaron 388 fragmentos de madera procedentes de un bastidor del siglo XVIII con los que se rellenaron las grietas de la tabla. Luego se le adaptó un bastidor con un sistema de muelles que impide que el cuadro sea totalmente rígido, cosa que perjudica la estabilidad de la pintura. Sólo en el diseño de este novedoso sistema se invirtieron más de 17.000 euros y se hizo venir desde los Estados Unidos a George Bisacca, conservador del Metropolitan.

La restauración de ‘Eva’ no ha resultado tan complicada, ya que la obra conserva prácticamente intacto su soporte original. El daño más importante que presentaban los tres paneles de pino era una vieja grieta que había sido restaurada con técnicas anticuadas. Ahora se procede ya a reconstituir la capa pictórica, un delicado trabajo del que se encarga la especialista Maite Dávila.

Desde el siglo XVIII, las dos tablas de Durero han sufrido hasta cinco intervenciones sucesivas, además de “refrescos” del barniz que habían recubierto los pigmentos originales con una gruesa capa traslúcida. Eso hizo que se perdiera "el concepto del pintor, que era el de una pintura escultural pero etérea, con tonalidades suaves y delicadas", según explica la restauradora.

Sin ocultar su emoción, Maite Davila dice que tiene la sensación de restaurar un estuco, dada la "calidad como de porcelana” que tienen ‘Adán’ y ‘Eva’. Es, precisamente, esa calidad lo que ha permitido que sobrevivan “a pesar de las intervenciones y los viajes”, y que aún hoy se aprecie que “los brillos de ambas pinturas proceden del interior”.