Matices de mujer en la historia
Por: Carmen Muñoz
Analista Documental/Archivo Histórico/ICHICULT
¿Como empieza usted el día?
Hay malos y buenos comienzos del día y es justo y necesario de quien empieza bien, acabe lo mismo, pues no se realiza esto sin aquello. Ocurre, por supuesto, que empieces, el día con miradas displicentes, y palabras duras y lo finalices bien: pero medio día empleas para componerte y aún entonces el recuerdo de la borrecea te dura hasta la noche.
No se puede trabajar con presteza y eficacia y el enojo sacude la mente, a la visita la amargura. El trabajo cuesta el doble, si comenzamos mal el día. Empezarlo bien es cosa de hábito y practica. Si al levantarte piensas, ¡cuánto tengo que hacer yo! ¡Nunca puedo hacerlo todo! Lo más probable es que no lo hagas.
Has atado un peso a tus pies, has anudado tus propias manos. Pensando en el mucho trabajo, te desprendiste de la habilidad de hacerlo con presteza. Al levantarte, es bueno pensar en lo que vas a hacer; en lo que hoy no terminas, no terminarás mañana, y si no vives, otro lo terminará o quedará incluso.
Participemos todos de la parte que nos corresponde en esta universal tarea lo bastante seriamente para hacerla bien, pero no al punto de pensar que el mundo se nos vendrá encima si no hacemos lo mas mínimo. Dispón, al despertar, el trabajo necesario de día, y levántate a emprenderlo con valor y regocijo.
El cumplimiento de los deberes, seas empleado, oficinista o ama de casa, tiene sus dificultades y hay que afrontarlo con energía, resolución y un poco de alegría. Nunca hagas una tarea pensando en otra. Tampoco olvides que los que te rodean, dependen del comienzo de tu día.
De cómo comienza el día la señora, depende del comienzo del de su esposo, hombre de negocios.
El hombre solo que alistó su desayuno probablemente empieza mejor que aquel cuya esposa amanece displicente, desaliñada y quejumbrosa: pero nadie con más probabilidades de un día afortunado, si le sirve un completo y agradable desayuno que la mujer limpia y jovial, y al decirle adiós, lo hace con palabras tiernas y galanteadoras.
En teoría, los hombres son dueños de sí, pero en la vida real dependen de la atmósfera creada en el hogar por las esposas.
Trabaja más y mejor el hombre que en su desayuno, se ve servido por una mujer limpia, risueña, cortés y atractiva.
En los empleos es parte principalísima este detalle: empezar el día.
Y el fraccionamiento del hogar depende del modo como la esposa lo despide en la mañana y lo recibe en la noche y de lo que haga en el interior.
Fuente: ICHICULT/Área de Archivos y Colecciones Especiales/La Patria/Colección Silvestre Terrazas/Rollo 14/30 de abril de 1920