18 de mayo de 2012

"Las Pericas" de Nicolás Dorr / puesta bajo la dirección de Gerardo Castañeda se presenta en el Teatro de la Facultad de Artes de la UACH


La Temporada de Arte primavera-verano 2012 y el Programa Permanente de Teatro presentan el estreno de la obra "Las Pericas" de Nicolás Dorr bajo la dirección de Gerardo Castañeda

19 y 20 de mayo de 2012
Teatro de la Facultad de Artes
18:00 y 20:00 hrs.
Cooperación $50 general, $25 a estudiantes, maestros y personas de la tercera edad (credencial vigente) y $15 a los alumnos del Colegio de Bachilleres (Credencial Vigente)

Sinopsis
El primer recuerdo que nos invade es el de Alfred Jarry y su Rey Ubú, piedra miliar de todo el teatro antirrealista. Porque Jarry escribió su pieza a los quince años, probablemente en 1888, porque hay bufonería, sátira y crueldad en la misma, porque la concibió en sus inicios como un divertido ejercicio de clases en burla de las retóricas composiciones de literatura francesa, porque después de Ubú Roi vinieron el surrealismo, el teatro abstracto, el absurdo, el teatro total, porque cuando Jarry estrenó su pieza la gente de buen decir dijo que no la entendía, o que carecía de significado y mensaje, que era una falta de respeto a la autoridad y las elementales cosas por el estilo.

Y porque cuando Nicolás Dorr estrena Las pericas (3 de abril de 1961) casi tiene quince años y se vuelve a hablar de surrealismo, de humor negro y absurdo a la cubana y porque varios espectadores comentan la angustia que les proporciona esta obra en un acto, mientras otros dicen que es un simple ejercicio de teatro infantil, y porque muchos lo ven como una sátira a la familia dominante, y porque la gente inteligente se pone de acuerdo en un punto: ha nacido un nuevo autor que no se parece a ninguno otro en Cuba.

Las pericas es todo un hallazgo. La frescura que entrega a nuestra escena en un acto, su calidad teatral, la angustia que emana del monólogo de Panchita al finalizar el segundo cuadro, el ambiente opresivo de la casa con su crueldad familiar, la mezcla de absurdo y locura, los gritos de Armando, fuera de escena siempre, pidiendo comida inútilmente y la brillantez del diálogo. Rine Leal, 1963.