Revista
Contra
¿Estudiar
Arte?
Por: Víctor
Velo
5 de abril
de 2013
Chihuahua,
Chih; Mx.
Una
confesión: Me dedico a actuar, pero no estudié la carrera de teatro. Al menos
no en una institución que me diera un título o un diploma por ello. Soy
orgullosamente letrado (¿puede creer que estudié para escribir y leer?) y en
eso también trabajo, prueba de ello estas líneas. Otra confesión: No tolero a
quien se dedica a algo que no estudió.
El párrafo
anterior podría juzgarse mal al caer en la falsa idea de que no apruebo a
cualquiera que haga algo para lo que no estudió, como yo mismo. Por obvias
razones no es así, y a pesar de ello sí que me mantengo en la línea de decir
que alguien que no estudia tal o cual cosa no debe dedicarse a ello. Me
explico: No creo que el conocimiento se pueda adquirir únicamente en el aula,
el conocimiento está en la vida, en los libros y en la disposición de ejercer
el estudio de una profesión de manera comprometida y dedicada.
En adelante
hablaré del artista celoso de su preparación académica o bien de su desprecio
hacia aquellos que trabajan o estudian por su cuenta. Es decir, el punto a
tratar no es propiamente hablar de aquellos que no estudian y realizan tal o
cual disciplina (aquí trataremos el tema artístico por ser el que nos compete),
sino precisamente de saber que existen varias formas de aprenderlo y ejercerlo
tan dignamente como lo haría un titulado.
Constantemente
me encuentro con ejemplos que menosprecian la capacidad de otros por no tener
su grado de estudios o bien por no poseer un título que los avale. Luego veo
trabajos en verdad deleznables de “maestros en artes” que no llegan a rozar ni
mínimamente la capacidad que ese título catedrático les confiere. No se trata
sólo de haberlo estudiado y sacado muchos dieces, hay que saber hacer algo con ello.
Y hay
quienes no pudieron, o bien no quisieron –que también es muy válido- estudiar
una carrera artística sino que se decidieron a realmente estudiar bajo sus
intereses y su talento natural, saliéndose de las forzadas teorías educativas
que aparentemente complementan el aprendizaje pero que, francamente, la mayoría
de las veces no constituyen más que una monumental pérdida de tiempo. Hay
quienes decidieron realmente estudiar para lo que hacen, quizás sin
entregar una tarea en el tiempo pactado, pero sí reforzando la técnica y yendo
más allá del limitado contexto occidental de nuestras instituciones educativas.
No se
confunda, mi buen lector. Yo le debo mucho a mi escuela, ahí aprendí mucho de
lo que hoy aplico, pero también es una obligación afirmar que muchas otras
cosas las adquirí en las charlas fuera de clases, en alguna fiesta, encuentro o
charla ocasional tanto con catedráticos como con autodidactas. Todos y cada uno
de ellos con conocimientos e ignorancia en algunos campos, pero comprometidos
con su labor –en mi caso como escritores- que fomentan y tratan de aumentar
siempre que pueden.
Si le digo
esto es porque en verdad es irrisorio ver a gente que se vanagloria de su
educación cuando tienen un abismo gigante que lo separa de personas que
realmente trabajan –egresados y autodidactas- para hacer ver que ese
conocimiento se adquirió y que está sirviendo para algo.
Hay muchos
nombres, sólo en Chihuahua, de gente que ha demostrado una capacidad superior
con estudios autodidactas a muchos de los egresados de las facultades donde se
promueve el arte (Facultad de Artes y Filosofía y Letras –les recuerdo que la
literatura es un arte, señores-). Por supuesto, no puedo generalizar y sé que
han salido generaciones brillantes de ambas instituciones, los conozco, respeto
y admiro el compromiso de aquellos que han demostrado que la escuela les sirvió
de algo. Casualmente son los que hablan con los hechos y no con una boca vacía
de argumentos y trabajos. Para ellos, mi admiración.
Y sí,
efectivamente me ha tocado ser parte de ese tachado grupo de “aficionados” que
no estudiaron, sino que se dedican al arte por mero pasatiempo y son
inferiores. Curioso escucharlo muchas veces de quien no sabe distinguir entre
el melodrama y el realismo. True story.
Entonces
habría que afirmar que, ya fuera dentro del aula o de manera autodidacta, el
artista debe prepararse para lo que hace. Trabajar, investigar y leer sobre su
arte para poder defender su creación y que ésta, por supuesto, valga la pena.
No digo que esté mal estudiar arte (de hecho necesitamos más gente en este
rubro), pero se debe ir más allá de los esquemas y con la conciencia plena de
que hay quienes lo hacen y están mejorando su trabajo creador constantemente.
Finalmente
sepan algo, aquellos “artistas” que se excluyen del institucionalismo bajo el
pretexto de crear arte proveniente de la inspiración divina, pero que no han
tocado un libro en su vida, ni conocen los principios mínimos de arte que,
paradójicamente, quieren trascender, aquellos pseudo-creadores son los falsos
artistas. Esos, verdaderamente, son los que no estudian. Hasta la próxima vez
que se abra este telón de revistero… digital.
*
El autor:
En el nombre lleva la penitencia. Escritor por vocación, teatrista de trabajo y mucho esfuerzo. El hijo predilecto -más no reconocido- de Eugenio Barba. Estudia Letras más por gusto que por llevarle la contraria al mundo en el que habita, aunque su familia no piense lo mismo. Un criticón incomprensible; de esos que se quejan mucho pero que también tiene algo qué aportar. Amante del teatro, del montaje experimental, fiel discípulo de Shakespeare y enemigo jurado de aquellos que destrozan los buenos textos. Fue expulsado en un sueño del Odin Teatret, pero piensa volver un buen día de la mano de Julia Varley.