15 de mayo de 2013

GRUPO "AMIGOS DE NACHO MEDRANO" / RINDEN UN MERECIDO HOMENAJE A LA ACTRIZ CONCHITA DE MENDOZA "LA DAMA DEL TEATRO" 2013





Listo el homenaje a ‘La dama del teatro’, Conchita de Mendoza
Carlos Urquidi G.
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Chihuahua, México- Mencionar el nombre de Luz Concepción Pérez Chávez tal vez no recree nada en la memoria fuera de su entorno familiar, pero si mencionamos el nombre de Conchita de Mendoza, entonces la cosa cambia totalmente y los recuerdos serán miles y los aplausos aún más, sobretodo en la comunidad teatral chihuahuense.

Ambos nombres se refieren a la misma persona. Y definitivamente, no se pude hablar de teatro en Chihuahua, sin mencionar a Conchita de Mendoza, ‘La dama del teatro’.

Y será este próximo miércoles 29 de mayo, cuando el grupo ‘Amigos de Nacho Medrano’ con el apoyo del Instituto Chihuahuense de la Cultura, rindan un merecido homenaje a la primera actriz en el Teatro de Cámara Fernando Saavedra por toda una vida dedicada a las artes escénicas.

Todos los chihuahuenses están invitados en punto de las 8 de la noche a brindar un aplauso a uno de los pilares del teatro.

Conchita de Mendoza nació en la ciudad de Cuauhtémoc y debuta en el teatro en el año de 1961 con la obra de Edgar Neville, ‘El baile’, dirigida por Bertha G. de Cano, en el grupo de teatro de la Casa de la asegurada (IMSS) y a partir de entonces, la historia comenzó a escribirse.

Su imparable carrera continuó con, ‘No se reparten esquelas’, ‘Noroachic’, ‘Los habladores’, ‘Las 5 advertencias de Satanás’ y ‘Te juro Juana que tengo ganas’.

José Fuentes Mares está ligado fuertemente a la carrera de la actriz, ya que fue quien la bautizó artísticamente como Conchita de Mendoza, y son precisamente, dos obras de la autoría de Fuentes Mares, ‘La Emperatriz: desvarío de amor en tres actos’, y su ‘Su alteza serenísima’ las que le dan el estatus de Primera Actriz.

‘Su alteza serenísima’ logró imponer récord de presentaciones, cosa inédita para el teatro chihuahuense.

Conchita de Mendoza llegó al teatro por una casualidad del destino, iba a inscribirse a un curso de cocina y terminó desarrollando una de las carreras más fructíferas dentro de la actuación.

Dio vida de forma sin igual a los personajes creados por los grandes de la literatura como Miguel de Cervantes Saavedra u Oscar Wilde. De los mexicanos como Emilio Carballido y Oscar Liera.

Figura central en obras como ‘Descalzos en el parque’, ‘Fotografía en la playa’, ‘Pecado en la isla de las cabras’, ‘La importancia de llamarse Ernesto’, ‘Pesadilla de una noche de verano’ y ‘Ella, él y Salomón’.

Dirigida por los grandes de Chihuahua como Jesús Ramírez (‘Ella, él y Salomón’, 1976), con quien también compartió actuación y por si fuera poco, Ramírez tuvo a bien juntarla con el ícono del teatro en Chihuahua, Oscar Erives en la puesta en escena, ‘Intimamente unidos’ (1979); Fernando Chávez Amaya la dirige en ‘Pastores de Belén’; Fernando Saavedra la reunió en duelo de actuaciones con Manuel Talavera, otro grande de Chihuahua, en la puesta en escena de ‘El Gesticulador’.

También fue dirigida por el talentoso, Mario Humberto Chávez.

Aplausos aparte merece su participación en el espectáculo ‘Ecos teatrales’, donde se recrean pasajes de las obras de José Fuentes Mares.

En 2011 actúa en ‘Tomochi: la rebelión de un pueblo y ese mismo año, la LXIII Legislatura del H. Congreso del Estado de Chihuahua le ofrece un merecido reconocimiento.

Uno de los grandes actores de Chihuahua, Oscar Erives, escribe en sus recuerdos sobre la actriz y con quien actuó en varias ocasiones, ‘De Conchita puedo decir que su desarrollo como actriz queda demostrado en tantos personajes que ha caracterizado y por los que ha recibido nutridos aplausos en el escenario. Actriz consentida de Fernando Saavedra y del Lic. José Fuentes Mares quienes la pusieron en la cima de la actuación con su monólogo 'La emperatriz' y después con su estupenda Serafina, personaje de 'Te juro Juana que tengo ganas', obra que Emilio Carballido entregó a Fernando Saavedra para su estreno mundial. Exitosa la obra y genial el personaje de Conchita de Mendoza. Todo mi respeto y mi admiración para ella’.

Y ahora, este miércoles 29 de mayo, la comunidad se suma al aplauso a una de las grandes del teatro en Chihuahua. Un día de y para Conchita de Mendoza. Punto, hasta aquí.



AMIGOS DE NACHO MEDRANO: LUIS IVÁN CARLOS HERNÁNDEZ, FLOR MARÍA VARGAS, MARÍA ELENA LOO, ADOLFO BARRAZA, LAURA LEE, MARGARITA MUÑOZ, EFREN MARTÍNEZ, PATRICÍA RIVERO, ROCÍO VENCES, MARTÍN HERNÁNDEZ MOLINA, ZULEMA DE MARTÍNEZ Y VIKY MAULEÓN.



Concha de Mendoza, la “Emperatriz” del teatro chihuahuense

Por: Flor María Vargas


La niña Luz Concepción Pérez Chávez –Conchita como cariñosamente se les dice en estas latitudes a quien lleva ese nombre tan castizo de Concepción- nació en Cuauhtémoc,  industriosa ciudad del Estado de Chihuahua ubicada hacia el  noroeste de la capital, al pie de la sierra Tarahumara.  La antigua San Antonio de los Arenales se caracteriza por ser punto de confluencia para el intercambio comercial y cultural de  los   indígenas, mestizos y menonitas; y por ser un importantísimo centro de producción de manzana, fruta que se identifica mundialmente con el norteño estado de Chihuahua.


Los padres de Conchita fueron el Sr. Jesús Pérez Silva cuyos orígenes se remontan al pueblito de “Llanos de Reforma” o  “ Rancho de Pérez”, y  la Sra. Serafina “Fina” Chávez, quien venía de  Rancho de Santiago, distrito de Guerrero.

En Llanos de Reforma, que originalmente se llamaba Llanos de San Juan Bautista, su  bisabuelo don Ramón Pérez fue quien donó los terrenos para ubicar el internado para niñas que fundó el Padre Llergo en  Carichi. Conchita recuerda con una gran emoción aquella solariega casa de la familia en el rancho, sencilla casa de campesinos pero a la vez dotada de lujos que  no eran comunes en esas tierras, reflejo de un pasado familiar holgado y próspero.

En Cuauhtémoc pasó su infancia y primera juventud, incorporándose temprano a la vida laboral como empleada del  Banco Nacional de México, empleo al que renunció cuando la familia emigró hacia la principal urbe del estado, Chihuahua, donde fue contratada como secretaria en la ferretería de su tío.

Iniciaba la década de los sesentas y  nuestra provinciana entidad no podía escapar de los signos modernizadores de ese tiempo, el  Instituto Mexicano del Seguro Social que promovía en todo México la capacitación en artes, oficios y artesanías  para población abierta, había ubicando su  centro de operaciones local en la esquina de Av. Ocampo y Calle Aldama en el magnífico edificio de la familia Terrazas, mismo que hoy alberga un restaurante de lujo.

La joven Conchita, casi recién llegada a la ciudad, paseaba por ahí cuando leyó un cartel que anunciaba clases de cocina en la “Casa de la Asegurada”, se dirigió hacia allá para inscribirse, al pasar cerca de una de las aulas escuchó ruidos y risas, curiosa se acercó a ver de qué se trataba, se enteró que era la clase de teatro que impartía la maestra Bertha G. de Cano  y en un tris tras ya estaba integrada al grupo leyendo parte del scrip. En la misma sesión  se decidió montar la obra “El baile” de Edgar Neville y le dieron el protagónico. No obstante su intención inicial, ese mismo día tuvo que decidir, o teatro o cocina, la opción que tomó ya es historia, a pesar de que, según ella dice, ha debido cocinar toda su vida. Comenzó así una afición y un modo de vida que no abandonaría nunca, el teatro.

Conchita relata esta anécdota con peculiar sentido del humor y con una gran carga de emotividad, entre líneas puede leerse una sentencia que parecería tomada del teatro griego: el destino es ineludible y en su destino estaba signado que habría de ser actriz, porque le era natural a su personalidad alegre, chispeante y decidida.
“El baile”, donde también participó Joaquín Fernando Aragón, se estrenó en El paraninfo en 1960. 
Entre sus compañeros del grupo de la Asegurada se contaban también: Fernando Rivera Soto, Rosa María de las Casas,  Estela Navarro, Beto Montoya, Aurora Lara Ruíz  y René Rojero.  Este grupo, especialmente por recomendación de Rosa María de las Casas, tomó la decisión de invitar al maestro Fernando Saavedra para que los guiara en el siguiente montaje, en sustitución de Bertha G. de Cano  que  cambió su residencia a la ciudad de México. 
Fernando Saavedra aceptó la invitación y bajo su conducción montaron “Norogachi”, obra original de un chihuahuense radicado en California, Federico Seitfer. Esa sería la primera obra dirigida por el legendario maestro y director en Chihuahua y no “La danza que sueña la tortuga” como muchos creen, la cual en realidad fue la segunda.
Con la llegada de Saavedra,  en Chihuahua se desata una dinámica imparable, historia reciente que es del dominio público pero que sin embargo requiere mayor  investigación pero sobre todo mucho más valoración.
Conchita fue partícipe protagónica o en los repartos de muchas de las obras que se montaron en esos años, entre las que se cuentan: “No se reparten esquelas” y “las cinco  advertencias de Satanás”, hasta que debió hacer un alto obligado en su vida al contraer matrimonio con quien ha sido su más fiel admirador y compañero de vida, Miguel Mendoza.
Conchita y “Maiko”, como le dice amorosamente ella  a su esposo, se conocieron desde la infancia. He aquí otra fabulosa historia que ratifica el poder del destino. Se conocían desde pequeños porque nacieron de dos ramas de la misma familia ya que los abuelos de ambos eran hermanos. Siendo niños coincidieron en una boda familiar en donde el pequeño  Miguel sintió la atracción de bailar con aquella primita, lo cual sin duda fue una señal premonitoria.
La familia de Miguel  migró a la ciudad de México y los primos no volvieron a verse en muchos años hasta que Conchita, durante unas vacaciones  viajó para allá junto con sus familiares. La visita a los parientes radicados en aquella ciudad era más que obligada, los jóvenes se reencontraron y a partir de ese momento forjaron una amistad entrañable.
Miguel relata que durante esos días del encuentro en la ciudad de México, llevó a Conchita al teatro, para él fue su primera vez ante la experiencia teatral como espectador y quedó impactado. Una vez que se despidieron comenzaron a escribirse,   el ejercicio  de comunicarse epistolarmente les permitió conocer las ideas y sentimientos del otro de manera profunda y auténtica, consolidando así la amistad y haciendo crecer los sentimientos entre ellos.
Unos meses más tarde, Miguel devolvió la visita. En Chihuahua la acompañó a los ensayos, presentaciones y a las reuniones del grupo, logrando crear fuertes lazos de amistad con Fernando Saavedra, así como  con el resto de amistades de Conchita. A su regreso al centro del país  ya iba comprometido. Su padre, don Miguel R. Mendoza pidió formalmente la mano de la novia por correo.
Se casaron por el civil en la Ciudad de México el 30 de diciembre de 1964, 3 días más tarde, el 2 de enero de 1965 se ofició el matrimonio religioso en esta ciudad,  en el Templo de Nuestra Señora del Refugio. Por cierto que Miguel debió cumplir de manera expedita con todos los sacramentos que le faltaban para que el padre Porras accediera a  proceder con el casamiento.
Miguel  es un hombre ilustre e ilustrado que ha compartido cabalmente la carrera teatral de su esposa y no solo eso, sino que ha sido su principal soporte. Ambos admiten que si bien la familia de Conchita parecía tolerante a la extraña afición de la joven, no la aprobaban totalmente, mientras que en él, ella encontró un poderoso aliado.
A la vuelta de los años, el esposo admite haber llevado una relación matrimonial plácida y armónica, pues ambos, además de la afición al teatro y la responsabilidad de crear a los hijos,  comparten el gusto por la lectura, y suelen intercambiar comentarios y conversar sobre los libros leídos. Conchita –dice Miguel- ha sido una excelente compañera de vida, muy buena madre, hija y hermana, hasta el sacrificio, además de extraordinaria administradora y espléndida cocinera.
Así, Conchita Pérez Chávez, pasó a ser Conchita de Mendoza, según la costumbre de llevar el apellido del esposo, que se convirtió también en su nombre artístico. Los recién casados se radicaron en la ciudad de México, tiempo que Conchita duró retirada del teatro y dio a luz a  su primer hijo: Miguel.
La pareja tiene en total tres hijos, a Miguel le siguen Jorge y Mauricio, quienes le han   sumado descendencia de varios nietos y nietas que hacen la delicia a sus abuelos.
Después de radicar dos años en México,  los Mendoza Pérez  regresaron a Chihuahua para quedarse definitivamente y Conchita retomó su camino por la senda del teatro. 
Un hito importantísimo en su  carrera fue, sin duda, la puesta en escena  de “La Emperatriz.  Desvarío de amor en tres tiempos”, obra del maestro José Fuentes Mares.
Conchita y miguel entablaron una sólida amistad con los Fuentes Mares, en el tiempo que el maestro  colaboraba con el Banco Comermex, propiedad de la familia Vallina. Subyugado por la trágica historia de la consorte del emperador  Maximiliano de Habsburgo, la emperatriz Carlota de Austria, se dice que Fuentes Mares durante un fin de semana en Majalca escribió la obra que cedió a la actriz para su estreno. Se trata de un dramático monólogo que describe el desvarío mental de la emperatriz refugiada en el Vaticano después del fusilamiento de Maximiliano.
Pero no solo eso, el montaje, producción y difusión corrió por cuenta de Comermex a través de su Departamento de Promoción Cultural. Fue una gran experiencia, según relata la misma Concha de Mendoza, bautizada así por el mismísimo Fuentes Mares, quien consideraba que el diminutivo le restaba fuerza al nombre
Concha de Mendoza como primera actriz recibió un sueldo por su trabajo en escena, el director y otros colaboradores, asimismo el banco se hizo cargo de la producción y todos los gastos relativos a la gira que se llevó a cabo por varias ciudades del estado y del norte.   
Como dato curioso, hubo un preestreno,  una función privada para el Sr. Vallina, en su casa, teniendo como espectadores a la familia y amistades cercanas. El estreno oficial ocurrió en la ciudad natal de la actriz, Cuauhtémoc, en el salón de los Caballeros de Colón.
La gira los llevó a Chihuahua, Delicias, Camargo, Parral, Ciudad Juárez, Torreón,   Durango. Las presentaciones eran gratuitas para el público, generalmente clientes del banco y los encargados de la logística eran los gerentes de las sucursales, quienes se esmeraban por tratar a la actriz como una verdadera emperatriz ofreciéndole todo tipo de atenciones, desde lujosos ramos de flores y suntuosas cenas al finalizar las funciones.
Ni duda cabe que Comermex se tomó muy en serio la promoción cultural y particularmente favoreció el desarrollo del arte escénico, ya que cada año patrocinaba la muestra de teatro donde tantos y tan buenos actores, directores y dramaturgos que ya son leyenda en nuestro Estad  hicieron sus debuts.
Concha de Mendoza ha trabajado con todas aquellas leyendas de nuestro teatro, fue dirigida por Fernando Saavedra, Enrique Hernández Soto, Mario Humberto Chávez,  Jesús Ramírez, Oscar Erives, Manuel Talavera, Ernesto Medina, entre otros, y ha compartido escenario con una incontable cantidad de actores.
Sus colegas la definen como una actriz que proyecta una gran fuerza a sus personajes, fuerza emocional  que contrasta con su frágil figura. Dice Vicky Mauleón que es como un vestido rojo que deslumbra llamado la atención donde quiera   y relata la anécdota de cuando fueron a presentar  “Vicente y María” en un pueblo donde se adelantó la celebración de una boda para que la gente pudiese ir después a ver la obra.  Había una cena para los novios y cuando menos lo pensaron se les había perdido  Conchita, a  la cual hallaron en la cocina ayudando en la preparación del mole.  Conchita quiere estar en todo, es incansable y en el escenario, agrega, es un verdadero portento, se mueve por instinto, casi sin necesidad de dirección.
Rocío Vences cuenta otra historia. Filmaban  “Un día, un pueblo” en Madera, Conchita representaba a una madre doliente  que lloraba inconsolable por la muerte de su hijo durante el recorrido del cortejo fúnebre hacia el panteón, llovía y hacia frío. La tristeza se había apoderado efectivamente del grupo de actores en esa escena que culminaba en el momento en que se arrojaban los palazos de tierra en la tumba, Concha de Mendoza en su papel realmente conmovía a los participantes y al instante de escuchar ¡Corte! se transformó súbitamente en una alegre niña que cantaba una canción infantil, obligando así a todos a salir del trance.
De 1960, año de su debut  a la fecha, la primera actriz Concha de Mendoza ha  estado siempre presente, perenne como los pinares de nuestra sierra, incansable como lo son las mujeres nacidas de las raíces bravías y tiernas a la vez de nuestra tierra, tan constante como el devenir de la vida y del teatro mismo en Chihuahua se lo ha permitido. Forma parte de esa pléyade de artistas del escenario  de nuestro Estado,  muy profesionales, que a pesar de los pesares nunca han tirado la toalla. Y aquí siguen, esperando que se abra el telón para salir a escena.