17 de agosto de 2013

REFLECTA DE TANIA ANCHONDO / EXPOSICIÓN FOTOGRÁFICA EN EL POLIFORUM CULTURAL UNIVERSITARIO UACH




REFLECTA

Con toda su contundencia, un rostro se exhibe. La cara humana es sin duda una de las cosas del mundo que más nos atrae y que  más misterios nos plantea. Desde siempre nos causa fascinación e intentamos, con conciencia o sin ella, decodificar los signos que suponemos inscritos en él.

Y aunque este proceso es casi natural, el rostro humano tiene una historia que está íntimamente relacionada al auge del individualismo que, al menos desde el siglo XVIII en Occidente acompañó a la construcción de la identidad del sujeto.

En cualquier interacción entre los seres humanos, la cara humana constituye el foco de nuestra atención, a tal grado que establecemos sin siquiera planteárnoslo una equivalencia entre el rostro y la identidad de las personas con las que nos relacionamos.

Lo anterior, derivaría durante el siglo XIX en el origen del retrato personal, y con el surgimiento de la fotografía, en la foto individualizada como el eje sobre el que formalizamos la singularidad de cada cual en los documentos de identidad. La cara, como las huellas dactilares o más recientemente el ADN, deviene en la prueba de la irrepetibilidad de lo que somos.

Y sin embargo, y después de millones de rostros observados, ante la exhibición contundente de un rostro, nos encontramos como al principio: curiosos e inquisitivos ante la necesidad y simultáneamente la posibilidad, de decodificar los signos en que está inscrito ese libro abierto al que llamamos cara humana.

Reflecta, de Tania Petite, nos invita a participar de ese juego milenario que supone el encuentro de una multitud carnavalesca de rostros que se muestran, que se exhiben, que nos retan a mirar activamente lo que suponemos único e irrepetible, la huella de lo que somos.

Rostros gozosos, dolientes, culpígenos o deseosos, desfilan ante nosotros. Rostros siempre perturbadores e inquisitivos. Rostros que además de ser el objeto de
 una gran cantidad de cuestionamientos sobre lo que en ellos puede leerse, revelan una cualidad al menos misteriosa y preocupante; en el acto mismo de ser escrutados, a su vez, también nos observan.

Y en esa atónita mirada simultánea, se devela el misterio del juego de los espejos… parafraseando a Machado, el rostro que ves... no es rostro porque tú lo veas, es rostro porque te ve…

Participemos pues del que reto que Reflecta nos plantea y tal vez descubramos que, ante las múltiples lecturas posibles sobre lo que el rostro encierra, el misterio sea, acaso, su  única verdad…