El Universal
Domingo 24 de enero de 2010
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Don Juan Tenorio, el personaje creado por Tirso de Molina en El burlador de Sevilla, se convirtió en un mito literario, en cambio Giacomo Casanova fue un hombre que se transformó en un mito. Aunque menos popular que Don Juan, en el mundo hispánico el seductor Giacomo Casanova (1725-1798) ha contado con entusiastas adeptos que, si no conocen otros idiomas, han tenido que conformarse con leer ediciones de traducciones indirectas, abreviadas y censuradas, para solazarse en las memorias del gran libertino veneciano.
Por primera vez en español, el editor Jacobo Siruela publica en Atalanta la versión íntegra de Historia de mi vida, las monumentales memorias de uno de los libertinos, cínicos, fornicadores y embusteros más célebres de la historia: el encantador y labioso Casanova.
En plena crisis económica mundial, la iniciativa tiene aún más mérito. No se ha escatimado nada para poner en manos de los lectores hispánicos una edición fina y cuidada en dos tomos, en los que se ofrece una traducción fiel del texto en francés escrito por Casanova, realizada por el escrupuloso Mauro Armiño; se incluye un aparato crítico exhaustivo, entre otras aportaciones apreciables.
“Son casi 3 mil 800 páginas […] con más de 2 mil notas al pie, imprescindibles. El prólogo es de Félix de Azúa. A pesar de la crisis no he escatimado en gastos: el índice onomástico tiene 200 páginas. ¡Carísimo! ¿Pero cómo suprimir algo tan necesario en un libro tan largo e importante?”, escribió Jacobo Siruela en la prensa española, en un comentario sobre la aparición de las trepidantes memorias de Casanova.
Historia de mi vida quizá sea uno de los libros más importantes publicados recientemente en español, porque no es frecuente que aparezca un clásico que, en vista de la accidentada historia de sus ediciones y traducciones, podría considerarse semiinédito por varias razones.
Los dos volúmenes destacan por su calidad narrativa y porque ofrecen por fin todas las agudezas, la picaresca y el hedonismo desenfrenado que quiso describir un hombre que hizo de sí mismo uno de los grandes personajes de su siglo, el XVIII, lo cual no es poca cosa si se considera que ése fue precisamente el llamado Siglo de las Luces, habitado por hombres extraordinarios. Al pintarse a sí mismo con desvergüenza sublime, Casanova creó un inigualable mosaico de la vida privada de su tiempo.
El periplo de un manuscrito:
Si las memorias de Casanova son apasionantes, no desmerece la historia de su conservación y de cómo permanecieron encajonadas durante un siglo y medio. Excesivo para su época (y para el siguiente siglo y medio), el contenido íntegro de los más de 3 mil 500 folios manuscritos de Historia de mi vida quedó bajo llave en Dresde entre 1821 y 1960.
Cuando en 1798 el anciano Casanova falleció a los 73 años en un castillo checo, donde por caridad fue empleado como bibliotecario por un noble, un sobrino suyo empacó las pertenencias del difunto y llevó todo a su hogar, en Alemania. Por fortuna, al leer las descocadas andanzas del tío Giacomo la sorpresa de la familia no debió llegar al escándalo intolerante y los papeles sobrevivieron al fuego, en donde se han perdido apreciables cartas y libros póstumos no aptos para criterios estrechos.
El legendario editor Friederich Brockhaus fue quien se hizo con el tesoro en 1821, cuando los Casanova decidieron vender el manuscrito. Casi de inmediato comenzó a prepararse una traducción al alemán y poco después una edición para que circulara en Francia, pero entonces se iniciaron las arbitrariedades. En la traducción alemana el texto fue expurgado de palabras y pasajes considerados indecentes, y en la francesa el traductor Jean Laforgue consideró pertinente no sólo censurar sino reescribir parte del original para hacerlo “más legible”, sin impertinencias ideológicas ni morales.
A lo largo de los siglos XIX y XX, en Iberoamérica (y en otros ámbitos culturales) se leyeron las memorias de Casanova en traducciones al español hechas sobre todo a partir del bodrio en francés preparado por Laforgue.
Además de las censuras y las burdas correcciones de estilo, en algún momento el mundo estuvo a punto de perderse para siempre de la obra maestra de Casanova cuando, en la Segunda Guerra Mundial, el manuscrito original por poco acaba destruido en el bombardeo aliado sobre Dresde, donde estaba la sede de la editorial Brockhaus. A un paso de que ocurriera el desastre, los papeles fueron trasladados a un lugar seguro.
Luego de sobrevivir a la guerra y a un par de generaciones que quizá no estaban preparadas para su difusión pública, las memorias de Casanova finalmente fueron editadas sin censura hasta 1960 en Alemania, de nuevo por la editorial Brockhaus. Desde entonces, la monumental Historia de mi vida no ha dejado de seducir aún más a quienes sólo conocían las versiones expurgadas del libertino. Ahora le toca al mundo hispánico redescubrir a Giacomo Casanova en todo su desvergonzado esplendor.
Actor de tiempo completo:
Hijo de dos actores trashumantes, desde muy joven Casanova aprendió el arte de la improvisación y también fue un consumado maestro de la caracterización, dueño de los escenarios de la vida cotidiana y mago del mutis oportuno. Sus memorias son un catálogo de esos y otros artificios que aplicó en su vida.
Casanova recorrió gran parte de Europa transformado en jugador, religioso, espía, violinista, dramaturgo, estafador, etcétera, etcétera… Su vida fue la de “un verdadero golfo”, como él mismo se describe en un hilarante capítulo donde relata algunas de las bellaquerías que cometía junto con una palomilla de amigotes venecianos.
“Con frecuencia íbamos a despertara a las comadronas, las hacíamos vestirse y salir para ayudar en el parto de mujeres que, cuando llegaban, las trataban de locas”, recuerda Casanova sobre sus años de pícaro en su natal Venecia, donde se dedicó a molestar a los vecinos con actos de vandalismo.
Pero Casanova fue mucho más que un delincuente juvenil. Con los años, y gracias a sus encantos, entre los que destacaba una labia sin igual que incluso la Inquisición le admiró, el veneciano alternó con los hombres y mujeres europeos más poderosos de su tiempo y también con los cerebros más dotados, como Mozart y Voltaire.
Entre todos sus móviles, el hedonismo en su más elevada expresión fue el más importante. Y entre las cosas que le causaban placer, destacaba una actividad sexual que no se limitaba a buscar sólo el coito; el placer se iniciaba con elaboradas estrategias de seducción.
Se ha escrito mucho sobre las grandes diferencias entre el egoísta y misógino Don Juan que sólo busca su satisfacción y el Casanova cortés, que encuentra el placer supremo al contemplar el placer de las mujeres. En la nueva edición esto queda más claro al poder leerse pasajes detallados, algunos muy explícitos, de sus peripecias sexuales con damas de la nobleza, prostitutas, adolescentes y ancianas, bellezas de concurso y jorobadas, e incluso con quien sospecha que podría ser su hija. Casanova era un libertino que no se reconocía en la culpa o que se detuviera ante el tabú. “…en todo lo que de bueno o de malo he hecho en mi vida, estoy seguro de haber merecido elogios y censuras, y que por lo tanto debo creerme libre”, reflexiona en su Prefacio.
Los secretos de un libro:
La edición sin censura de Historia de mi vida trae numerosas sorpresas. Una de ellas es cuando Casanova relata un episodio en el que exploró su bisexualidad. Con viejas ediciones en mano, la crítica española Emma Rodríguez lo destacó de esta manera en el diario El Mundo:
“Casanova, en compañía masculina, contempla a tres ninfas bañándose en un estanque a la luz de la luna, y pasa a relatar: ‘El delicioso espectáculo no pudo dejar de excitarme enseguida, Ismail, loco de alegría, me convenció de que no debía tener escrúpulo alguno, animándome, por el contrario, a dejarme llevar por los efectos que la voluptuosa vista debía despertar en mi alma y dándome el mismo ejemplo […] me encontré reducido a desfogarme en el objeto que tenía a mi lado para apagar el fuego […] mientras Ismail era feliz sintiéndose condenado a sustituir el objeto distante que yo no podía alcanzar. Hube de resignarme naturalmente a hacerle el mismo servicio. Habría sido descortés por mi parte, negarme…’”
¿Qué se leyó en lugar de ese episodio en las ediciones censuradas? Rodríguez cita dos traducciones de las editoriales Edaf y Aguilar en las que se traduce: “Lector, he de ahorraros los detalles del cuadro, pero si la Naturaleza os ha otorgado un corazón ardiente y unos sentidos a la par, adivinaréis el estrago que aquel espectáculo único y fascinante hubo de causar en mi propio cuerpo…”
Evidentemente, en las casi 3,800 páginas de la traducción sin censura de Atalanta, hay un libertino por descubrir.