El Universal
Domingo 24 de enero de 2010
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Cuando algunos se preguntan si Héctor Falcón se cortará un dedo o qué figura se tatuará en el cuerpo, él regresa a dibujar.
“Estuve ocho años haciendo acciones, y creo que la gente está esperando otra acción: que me quite la cabeza, que desaparezca mi ombligo”. La decisión va más allá de la rebeldía: su nueva exposición reivindica la pintura y el dibujo como arte contemporáneo.
“Lo que se está esperando de un artista visual ya es una locura, bueno es un cliché. Sí me gusta desestereotiparme, sí me gusta buscar esos caminos que están depreciados. Cuando dicen ‘esto ya no vale’: excelente, vamos a hacerlo. ‘No se puede porque ya no funciona’: vamos a usarlo. Es la manera de quitar un tapón, un corcho que está deteniendo”.
Siempre ha dibujado, pero las acciones con el cuerpo, su propio cuerpo, son las más recordadas. Las huellas lo confirman: el UNTITLED ocupa su brazo derecho, también tiene tatuajes en la espalda -visibles e invisibles-, depilaciones, y queda el recuerdo de acciones a las que se sometió como Proceso anabólico. Entonces Falcón decidió cambiar el camino, sin que esto signifique que haya abandonado las acciones. “No hay una línea mental muy clara, mi cabeza es una especie de desorden pero tiene sus propias reglas”.
El jueves 28 de enero presentará sus obras recientes en la galería Enrique Guerrero (Horacio 1549, Polanco). Exhibirá cinco pinturas en gran formato, cuatro dibujos y alrededor de 10 libros. La muestra se llama Untitled.
No hay una línea precisa que indique al espectador el camino que siguió Falcón para llegar a estas obras. No se les puede ver así. Las acciones con el cuerpo -tatuajes, unión de personas en Japón a partir de piercings o de edecanes pegadas de uñas de gel o transfusiones colectivas- lo llevaron a pensar una acción donde el cabello de varias modelos fuera un lazo común. Al desarrollar la idea, el boceto se volvió un elemento fuerte, tanto que regresó al dibujo, su fuente original. “Me sublimó. No hay sombra, pero entre las líneas hay un volumen, un ritmo, una dirección. Los dibujos me dieron algo”.
Las líneas se volvieron el motivo central de su obra en la cual la forma, siempre ha estado por encima de la técnica.
“Los artistas contemporáneos tienen cierto temor a volver a pintar, como que el hecho de pintar redujera su trabajo a algo menor, así como en algún punto la pintura era algo muy importante y la acción era algo secundario pareciera que hoy la pintura es algo menor. Me parece una estupidez. El discurso de cada pieza no está basado en la técnica con que se hace, sino en la manera de hacerlo y qué comunica. Hablar de una piedra, contar una historia de una piedra, dibujar una piedra puede ser algo sublime o simplemente aburrido. Es la manera del acercamiento, según yo, lo más importante”.
En su estudio, Falcón trabaja en varias obras con distintos equipos de personas; involucra a especialistas de acuerdo con lo que demande cada pieza. Se mueve de un lugar otro, de una obra a otra.
Como si fuera un abogado o cualquiera que madruga a la oficina, trabaja de nueve a dos, regresa de comer a las cuatro y se sigue hasta las ocho. Escribe, lee, bocetea en el computador, dibuja, a veces pinta. La tarea ahí es transferir una idea a un campo tridimensional o bidimensional. Lo siente como magia y es lo que más le gusta.
“A mí me interesa tomar el arte, no como un acto fumarme un churro y sentarme a pensar, sino como un acto en el que lo que haga tenga relación directa con una sociedad en la que vivo, no me interesa ser un decorador de interiores. Un artista que sólo hace para sí o sólo decora es un parásito de la sociedad”.
Hace años, Héctor Falcón (Culiacán, Sinaloa, 1973) se llevó una sorpresa cuando su propuesta de montar una exposición de pintura en un sitio de arte contemporáneo fue recibida por algunos curadores con una negativa bajo el argumento de que la técnica de la pintura no es arte contemporáneo.
“¡Híjole! Es triste. Pregunto: ¿qué pintura? ¿de qué estás hablando? En este momento, casi como un acto de rebeldía decido regresar a pintar porque nadie está pintando, porque les da pena pintar. Me da mucho gusto; para mí es un ejercicio acercarme a medios que, supuestamente, ya no funcionan. Y trato de romper la fórmula porque a mí lo que más me gusta es trabajar y pensar. Cuando te encasilllas en una fórmula es peligroso para ti mismo”.
Los riesgos de reinventarse
El cambio ha marcado la vida de Falcón: estuvo en más de 10 primarias antes de llegar a la secundaria. Estudió Diseño y luego Artes Visuales, ésta última en la Escuela La Esmeralda; fue modelo de pasarela, ha expuesto en más 100 individuales y participado en colectivas en todo el mundo. Ha sido maestro en varias universidades. En los géneros y técnicas del arte también deambula: además de hacer acciones, dibujo y pintura, crea arte objeto, instalaciones, performances y ha participado en películas. Es uno de los creadores contemporáneos que más sorprende al espectador, aunque no se guía por lo que éste espera.
“Llego a un punto de mi vida en que lo más importante es estar produciendo, pero con un ánimo desprejuiciado de tratar de encontrar la mejor solución y ya no la modita. ¡Qué güeva! No vas a determinar el discurso de lo que te interesa con base en lo que están haciendo otras personas. El camino correcto del artista es el que él busca, pero sin caer en una situación romántica. ¿Rebeldía es traer en la cabeza un mohawk? Quizás en los 70; hoy es muy fresa. Debemos entender qué es lo que hace el disturbing, lo que genera una bronca, lo que hace la vibración. Las acciones, hace un tiempo, no eran calificadas como arte, y ante esta situación de loco, de disruptivo, siento que en este caso la pintura se ha ido quedando, pero va a regresar. Estoy seguro de que en un tiempo lo menos disruptivo serán las acciones”.
Pero no es fácil el reinventarse, admite Falcón. Hay miedo a equivocarse, a echar a perder y, sin duda, al vacío.
“Hay un periodo en el que no sabes hacia dónde vas a ir. Es una mamada decir que no da miedo. El futuro es incierto. Cuando haces las cosas y no funcionan sí viene un choque y la pregunta ‘¿por qué no funcionó?’ Empezar algo es como estar en un desierto sin ningún punto de referencia. Y la gente no querrá seguir comprando, pero lo más importante soy yo, yo tomo la decisión de hacia dónde voy. ¿Limitarme porque el mercado compra o no compra esto? No. Hasta ahí; se acabó. No me preocupo por si me va a ir bien o no. No estoy generando las piezas con la intención de venderlas. Por supuesto, si se venden ¡qué bien!, apoyan todo el proceso de mi trabajo; pero he hecho exhibiciones donde no he vendido nada y no me he detenido, y llegan exposiciones donde hago cosas con la intención de que causen molestia, de que no se compre nada, y para mi sorpresa lo que sucede es que sí vendo”.
Las prótesis, como un elemento que tendría que cumplir un rol no sólo físico sino social y personal, ocupan parte de su tiempo y las abordará en su siguiente proyecto. Héctor Falcón también prepara una exposición a partir de un análisis antropológico, 100 años atrás o 100 años adelante, hasta llegar al presente, para encontrar las cosas oscuras que tiene la gente actual.
“Me da curiosidad ver un artista que toda su vida hace lo mismo. Eso me parece pobreza, no tener capacidad de explorar cuando lo que te acerca al arte es el seguir explorando otros caminos”.