El Universal
Martes 12 de enero de 2010
yanet.aguilar@eluniversal.com.mx
Pedro Friedeberg es uno de los creadores más importantes de México y a pesar de ser considerado un artista único a nivel mundial, permanecía en el olvido hasta que el año pasado el Museo del Palacio de Bellas Artes organizó la exposición Pedro Friedeberg. Arquitecto de confusiones impecables, una muestra retrospectiva con 180 piezas, entre pinturas, serigrafía, ensambles y mobiliario, que concluirá el próximo domingo 17 de enero.
El artista nacido en Italia en 1936 desapareció del mapa y lo hizo durante varios años, cuando optó por recluirse en San Miguel Allende, entonces dejó de la escena del arte mexicano a la que regresa por partida triple: no sólo mantiene una exposición, sino también hay un libro titulado simplemente Pedro Friedeberg y está a punto de editarse su autobiografía De vacaciones por la vida.
El retorno de Friedeberg a la escena nacional lo comenzó a gestar hace seis años la editora Déborah Holtz, quien junto con Juan Carlos Mena, han cuidado la edición del libro de lujo con más de 300 fotografías del artista italo-mexicano, ensayos de historiadores como James Oles y Jeffrey Collins, algunos cuentos de Friedeberg, fragmentos de su autobiografía y algunas entrevistas que ha concedido el artista.
La pregunta primera que se hizo Déborah Holtz al emprender la búsqueda de Pedro Friedeberg fue: ¿cómo puede ser que un genio de esta naturaleza no tenga el reconocimiento y la recolección de la obra que merece? A partir de saber que “Pedro ha sido muy prolífico”, se dio cuenta que la percepción que se tenía sobre su obra era errónea porque Friedeberg es “un artista inclasificable”.
“No lo puedes meter en un canon preestablecido. Muchos han querido clasificarlo como un artista surrealista, como era amigo de Remedios Varo, Leonora Carrington y Edward James, hasta André Bretón lo llamó ‘un verdadero surrealista’ en una carta que le escribió; pero en realidad dista mucho de la pintura surrealista de los años 30 y 40; por otro lado se le trató de clasificar como un artista pop y luego como un artista op, como pintura geométrica porque algunas de sus obras tienen que ver con esta faceta psicodélica y setentera”, comenta la editora mexicana.
Luego de más de cinco años de investigación por museos de varios países y colecciones privadas, tras una documentación profusa que los llevó a reunir todo lo que se ha dicho del autor de la famosa “Silla-mano”, Déborah Holtz asegura que “Friedeberg es una mezcla de todo, no hay una barrera entre el surrealismo y el pop y el op; en efecto todo está puesto en el mismo cuadro”.
Eso lo confirma, dice, la vastísima cultura del artista que nació en Italia en tiempos de Mussolini y que llegado a México se hizo discípulo de Mathias Goeritz, porque Friedeberg “es una persona que ha leído de todo en la vida: sabe de música, de alquimia, de arquitectura, de matemáticas, de filosofía. Todo lo ha puesto al servicio de una obra”.
El inclasificable
En sus cuadros que son cientos -pues él ha dicho que pinta un cuadro a la semana y dos esculturas al mes- se puede ver todo, desde las referencias arquitectónicas hasta las renacentistas. “Ves una capacidad narrativa increíble del siglo XIX, era un fanático de la biografía y de la novela. Y esa riqueza narrativa está en sus cuadros, eso lo hace un pintor muy particular que sumado a su faceta de diseñador y creador de mobiliario, dificulta todavía más su clasificación”, asegura Holtz.
La editora, que en unos meses también publicará la autobiografía de Pedro Friedeberg, dice que es imposible clasificarlo, pues su pieza más paradigmática es “La silla-mano”, considerada la obra más importante y reconocida de México después de los 50, adquirida por el Museo de Arte Modero de Nueva York, el Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles y el Louvre, entre otros grandes museos que la tienen en sus colecciones.
Relato de un triunfo
Nunca había habido una investigación a fondo sobre la trayectoria de Friedeberg. Con ese afán, en Trilce fotografiaron más de 500 obras e hicieron una investigación hemerográfica que incluía la crítica en los diarios. A la par, convocaron a los historiadores James Oles para hacer un estudio genérico de la obra de Friedeberg y a Jeffrey Collins para realizar la tarea casi detectivesca de encontrar las referencia en la obra de Friedeberg de la arquitectura y el arte del renacimiento hasta el siglo XVII.
El prólogo es de Luis Carlos Emerich, que da un panorama de por qué es relevante a nivel de la historia del arte mundial; su amigo Fernando González Gortázar hace un retrato de él.
El libro, que incluye cuentos escritos por el artista y que son ilustrados con dibujos de sus cartas que se han exhibido en la exposición Arte correo en el Museo de la Ciudad de México, ha sido editado por Trilce y cuenta con apoyos del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y el Fondo de Cultura Económica.
Tiene 460 páginas, en edición bilingüe -inglés español- que se distribuye en México y en EU a través de DAP.
Además de los cuentos que escribió para EL UNIVERSAL bajo el título Lunario Perpetuo, se incluyen cinco capítulos de su autobiografía donde cuenta sobre su familia alemana, su nacimiento en Florencia y su llegada a México a los cinco años. Todo para que el lector tenga idea de dónde viene Pedro Friedeberg y cómo su vida que se parece a su obra. “Esta cosas de no ser de aquí ni de allá, sino estar acá, es exactamente lo que es su obra, no es de aquí, ni de allá, sino algo donde todo confluye”, dice Holtz.
La editora mexicana confía en que a Pedro “le llegue el reconocimiento nacional e internacional que merece”.