Durante la presentación del libro "Los cuadernos de Orozco" en la Sala Manuel M. Ponce, del Palacio de Bellas Artes, la escritora argentino-mexicana Raquel Tibol, la crítica de arte, Avelina Lésper, y el arquitecto Víctor Jiménez, salieron en defensa del muralismo mexicano, al sostener que el arte contemporáneo, no es más que un producto hecho de la "basura". Asimismo criticaron que este tipo de arte al que esos artistas hoy llaman democratización y acercamiento social, se exhiba en diversos museos mexicanos. Por el contrario, deploraron que el muralismo, movimiento que quería acercar el arte al pueblo retomando el arte autóctono, azteca y maya dejando de lado el academicismo europeo que era el que imperaba hasta ese momento, se haya minimizado.
Coincidieron que en pleno siglo XXI existe ignorancia, vandalismo y menosprecio alrededor del movimiento muralista y sus precursores, Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco. Al respecto, Lésper mencionó que mientras los muralistas fueron perseguidos, encarcelados, sus obras destruidas y orillados a exiliarse, el arte burgués (realizado por contemporáneos de hoy) se dedicó a inventar teorías que denigran el trabajo artístico para encumbrar al objeto de consumo. "El muralismo hoy lo negamos y lo cambiamos por la evasión. Han hecho de la banalización un canon, de la ocurrencia un lenguaje y del chiste la técnica", señaló.
Sobre "Los cuadernos de Orozco", de Raquel Tibol, refirió que se trata de un texto teórico fundamental para la pintura y que debe conocerse internacionalmente, al igual que los escritos de autores como Leonardo da Vinci y Salvador Dalí, y cuya importancia radica en conocer qué hay detrás de una obra póstuma. Ordenados por Tibol a partir de las libretas originales del muralista José Clemente Orozco escritas en Nueva York entre 1931 y 1934, son una reunión de sus ideas acerca de cuestiones esenciales en la relación formal de su obra. Lésper señaló que con estas anotaciones, Orozco no pretendió como lo hacen los artistas contemporáneos, ser un teórico que se dedicó a hacer arte. "Él fue un artista por encima de las teorías, por eso detestaba explicar su obra", agregó.
Indicó que el objetivo de la obra de Orozco es dramático, pues controla el trabajo técnico para que el artista no pierda de vista el dramatismo. La especialista consideró que las obras contemporáneas de hoy son irrelevantes y banales, más teóricas, cargadas de adjetivaciones, "sus técnicas en retóricas absurdas y urgidas de explicaciones curatoriales". Destacó que los artistas y los curadores desarrollan textos con intenciones conceptuales más importantes que el trabajo artístico y privilegian el proceso por encima del resultado.
"Aquí, comparamos el trabajo real contra la verborrea, el desempeño del verdadero artista contra el especulador de la creación", sostuvo. Lo paradójico, afirmó, es que el muralismo que fue valiente, que retrató la injusticia y la barbarie de quienes tenían el poder, es rechazado y difamado por las generaciones que siguieron la fórmula cobarde de Marcel Duchamp, artista francés, cuya obra ejerció una fuerte influencia en la evolución del arte de vanguardia del siglo XX. Señaló que Orozco, artista que criticó a la superstición en sus obras, que denunció los abusos y la charlatanería, "estaría escandalizado al ver que esos charlatanes de las masas, que exigen su derecho a convertir su trabajo en arte, en un proceso metafísico, digno de las sectas más obscurantistas.