Nos gusta creer que tenemos razón. Nos gusta creer que nuestra opinión es importante. Nos gusta pensar que unas palabras bien hiladas harán entrar en razón a unos, muchos o a todos. Por fortuna, no es así.
Hemos visto imágenes de muertos a tiros, arrollados, acuchillados; nos hemos enterado de que hay víctimas de violencia familiar, violaciones, robos, lesiones y daños; hemos sabido, que en nuestro trabajo, los compañeros y compañeras han obtenido su puesto por medio de prácticas indecentes y hasta peligrosas para la salud. ¿Y qué? El mundo sigue corriendo igual, desgastándose a diario, sin que nada ni nadie se atreva a alzar la voz.
Habemos personas que creemos que el mundo se puede transformar, que la sociedad se puede crear de nuevo a partir de los valores que ya poseemos. Para la mayoría cristiana que me acompaña en este México que amo, la tabla de valores es muy evidente. La necesidad de vivir bajo esta tabla es obvia; la voluntad de hacerlo, no.
Hay indignación entre quienes respetamos a los animales y los hacemos nuestra compañía por la trágica muerte de un perro, mascota de todos y de nadie, en la Facultad de Ingeniería, a manos de un estudiante. Escuchamos que esta acción se reprueba y se busca al ejecutor con fines de hacer justicia. Se busca un escarmiento en su expulsión de la Facultad. No me parece suficiente y no me parece justo. Lo poético del asunto estaría en darle oportunidad de bañar y expulgar tantos perros callejeros que le sea imposible no notar que cada criatura tiene su propia personalidad, cualidades y necesidades que nosotros, como seres pensantes, podemos auxiliar a proveer.
Hay indignación de muchos por la muerte a tiros de la madre de una joven asesinada. Pero las marchas y las velas no levantarán sus rostros, ni dignificarán su recuerdo, menos aún si son usadas como bandera política de alguien. Y menos si nos ponemos a exigir que pongan y repongan las velas que se caen, en vez de organizarnos como sociedad y cuidar los unos de los otros.
Vemos a alguien tirar basura, y nos quedamos callados.
Vemos a alguien desperdiciar el agua, y nos quedamos callados.
Vemos a alguien gritarle a otro, y nos quedamos callados.
Vemos que la mamá amenaza al niño con que se lo va a llevar el policía, y nos quedamos callados.
Vemos como alguien se pasa la luz roja del semáforo, y nos quedamos callados.
Hemos creado el clima perfecto para convertirnos en víctimas de cualquier delito en nuestra comunidad, en nuestra familia, en nuestra persona... y quedarnos callados. Creemos que vivimos en estado de excepción -a mí no me va a pasar- y nos engañamos constantemente, pues sí estamos viviendo en la violencia y permitiendo que el miedo nos nuble por completo razón y corazón.
Yo creo firmemente en la bondad de la humanidad y en su capacidad para decidir con sabiduría a favor de la vida -que es un valor más alto que el bien y que el mal- Yo creo que alcanzaremos estadios de amor tal que toda esta basura reactiva ante los acontecimientos se diluya en un estado de conciencia, un conocimiento de dios, más profundo y verdadero. Yo creo que nuestra ocupación principal es convertirnos en seres plenos y felices para dar a nuestra familia, amigos y comunidad la oportunidad de ser cada vez más felices y capaces de transformar este ambiente hostil es uno donde podamos confiar en que lo que nos propongamos se puede lograr. Si queremos paz, pongamos nuestro empeño en ello.
Hoy mi oración es por ti, que respiras y se te dificulta entender. Por ti, que no puedes ver que haces daño y te haces daño. Por ti, que no escuchas el llanto de quienes hieres. Por ti, que no alcanzas a comprender que tu gozo será tu propio martirio. Por ti, que te quedas inerte. Por ti, que descalificas y juzgas. Por ti, que aceptas la violencia como forma de vida. Por ti, que accedes a odiar a desconocidos con fe en desconocidos. Por ti, que te quedas callado. Va mi oración para que el amor crezca en ti y comprendas que el Universo es abundante y finito comparado con tu capacidad de amar. Amado padre celestial, escúchame, hoy mi canto es para que abras mis ojos y lloren, hoy mi canto es para que mi voz se pierda en la noche y su vibración resuene en esos corazones duros y estallen en la luz de tu amor, que es nuestra sabiduría y nuestra paz. Amén.