Nació el 19 de noviembre de 1925 en la Ciudad de México, en el barrio de La Merced, donde poco más de una década después habría de nacer el intelectual Carlos Monsiváis (1938-2010), muerto este fin de semana, y con quien habría de convivir algunos años y luego ambos tomarían rumbos distintos.
Estudió en la Escuela de Arte para Trabajadores y consolidó su formación con Ramón Alva de la Canal, también figura principal de la pintura de la primera mitad del siglo XX. Fue ayudante de Diego Rivera cuando éste pintó el mural que luce al frente del Teatro de los Insurgentes. También ayudó a ese icono de la Escuela Mexicana de Pintura en las figuras que elaboró para el Estadio Olímpico de Ciudad Universitaria.
De acuerdo con datos biográficos disponibles, a los 25 años de edad elaboró su primer mural, en el Hotel Mayaland de Chichén Itzá, Yucatán. Su trayectoria fructífera incluye el grabado y la pintura de caballete, pero el conjunto de su trabajo responde a los principios estéticos de la Escuela Mexicana de Pintura, expuesto de manera individual o colectiva dentro y fuera del país.
Alvarez Amaya fue director y propició la continuación del Taller de Gráfica Popular (TGP), fundado en 1935 como parte de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR), en la que participaron creadores de la talla de Leopoldo Méndez, Pablo O„Higgins, Raúl Anguiano, José Chávez Morado y Alfredo Zalce. En distintas técnicas, entre ellas óleo, crayón, lápiz, carbón, acrílico, litografía, xilografía, calcografía y pastel, en sus trabajos de distintos formatos aparecen con frecuencia rostros como los de Emiliano Zapata, Charles Chaplin y Jaime Sabines.
Lo mismo que Tina Modotti, Virginia Wolf y Patricia Rodríguez; Manuel Terrazas, Cuauhtémoc Cárdenas y Monseñor Oscar Arnulfo Romero, así como Ramón Gálvez Monroy, José Chávez Morado y Ramón López Velarde. Fue de siempre un militante comunista, ideología que mantuvo hasta sus últimos días, e incluso llegó a decir: 'Toda mi vida he sido gente de izquierda, en los años 50 fui miembro del Partido Comunista, y he aprendido que el sectarismo es lo más terrible que puede haber'. Sin embargo, en la actualidad, continuó, 'debemos ver las cosas positivas, así como las negativas que hace la izquierda. Sólo así llegaremos al poder'.
La misma firmeza de ideas la mostró con el muralismo, hecho a un lado a partir de la segunda mitad del siglo pasado, y así lo muestra su último gran fresco, el mural 'La comunicación postal', que pintó en la Biblioteca 'Vicente Guerrero', en la Alameda Sur, de 80 metros cuadrados. Al respecto, en una entrevista periodística reconoció que los últimos tiempos 'no son propicios para el muralismo. Ahora todos los edificios son de cristal y no se destinan espacios para murales, aunque hay lugares donde se podrían hacer. Por ejemplo, en el Metro'.
Le gustaba decir que 'los mensajes de un mural son claros, contundentes, cualquiera los puede entender. También cualquier extranjero que vea un mural puede tener una idea de nuestra historia. Por eso es un género que no pierde vigencia'. En dicho mural figuran personajes de la historia mexicana, como el tlatoani azteca Cuauhtémoc, Josefa Ortiz de Domínguez 'La Corregidora' y Miguel Hidalgo y Costilla, todos relacionados con la actividad de la comunicación.
Con el mismo sentido, Alvarez Amaya plasmó una reproducción de un avión utilizado por el escritor francés Antoine de Saint-Exupéry, autor de 'El principito', lo mismo que hojas con las frases iniciales de las novelas 'El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha', 'Cien años de soledad' y 'Pedro Páramo'.
El cuerpo del muralista fue velado en el Velatorio del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado, en el sur de la Ciudad de México, y esta tarde serán cremados.